(Asensio Escalante)
Pueden llover medusas
o aguasvivas en los médanos
sin que nadie en el desierto
entre en pánico.
O nevar en la puna
con el mismo resultado.
Cuando perdimos el miedo al agua,
la bautizamos, después de bendecirla
como a una madre.
Toda madre, es navegable y única
y flotamos.
El agua es anterior a casi todo,
a los planetas como éste, y a
cualquier cultura de las nuestras:
No sabemos qué había antes,
tal vez nada.
Con las primeras sílabas del alba,
rompió el inicio de los tiempos
y conocimos el agua, ya antigua.
De esas aguas incultas, incorporamos
el movimiento, para poder reproducirlo
y comenzar la carrera descendente:
Siempre descendimos de la reproducción
y cultivarla es nuestra única función,
por lo que sabemos.
De las aguas incultas aprendimos
el sabor insípido en sus distintas versiones.
Y aprendimos a elaborar una cantidad
de soluciones más o menos bebibles.
Conocimos la contaminación y aprendimos
a producir nuestras propias fuentes, hasta
alcanzar la contaminación sustentable.
Después aprendimos que no es nada,
que el agua se puede purificar
y volver a usar, gracias
a la economía circular.
Ahí conocimos el valor de la pureza, para
poder incorporarlo a la composición
del valor en nuestra escala de valores.
Llevó un tiempo aprender que el agua
es un recurso natural ante todo y, como
era natural, aprendimos a agregarle valor.
El agua siempre fue una buena fuente
de conocimiento: Sabemos que estamos
hechos de agua y materia residual, y aún
seguimos aprendiendo:
Hasta de nuestros residuos
aprendemos y compostamos.
De lo inculto también se aprende:
Todavía somos aprendices, ya se
sabrá de qué.

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