(Isnaldo Montalbán)
Hay pájaros e insectos
que se alimentan de orugas.
Si bien algunas portan colores
vivos para llamar la atención
y prevenir a sus predadores
sobre el peligro (los tonos vivos,
intensos y agresivos son señales
de alerta sobre venenos)
Y muchas están recubiertas de
espinas provistas de sustancias
irritantes, las orugas son criaturas
bastante indefensas:
Son pocas las que logran completar
el ciclo y mutar en mariposas.
La tarea de los predadores, aunque
nos resulte antipática por prejuicios
de índole emotiva, es necesaria para
el equilibrio de los sistemas:
Todas las especies necesitan ser
controladas por otras. Si no fuera por
estos pájaros e insectos, padeceríamos
una superpoblación de mariposas.
Ésto, no sólo traería aparejados otros
desequilibrios (las flores no serían ya
suficientes, por lo que buscarían otras
fuentes de alimentación), sino que nos
veríamos invadidos por toda clase de
volátiles, entorpeciendo todas nuestras
actividades y alterando la normalidad.
Es cierto que tienen su gracia, todos
disfrutamos la belleza al observar
el vuelo de una mariposa, o algunas.
Pero al pensar en su multiplicación
descontrolada, surge una pregunta:
¿Para qué querríamos esa cantidad
excesiva de criaturas efímeras, que
son bellas pero no sirven para nada?
Agradezcamos a esos predadores, y
cuidémoslos; necesitamos su servicio:
Todas las especies necesitan que otros
las controlen, menos nosotros, que ya
aprendimos a arreglarnos solos.
Así es como funciona el equilibrio natural
que tanto nos necesita.

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