(Eva Evans)
Una semilla muerta
es difícil de reconocer.
Suele pasar inadvertida para
productores, recolectores,
obtentores y pastores.
El conocedor es más humilde,
nadie sabe lo que encierra ese
pequeño cuerpo, hasta que brota
y multiplica formas.
La multiplicación es la función
natural de todas las semillas,
así como la nuestra.
Siempre supimos multiplicarnos
con bastante éxito, obedeciendo
el mandato, sea divino o biológico.
Al éxito hay que abonarlo y cuidarlo
como si fuera una semilla.
Una semilla muerta
suele pasar desapercibida,
son idénticas en apariencia.
La muerte conoce múltiples formas
de expresión: sólo reconocemos
algunos signos, que no es necesario
reproducir.
La multiplicación es su función
natural, aunque no todas las semillas
muertas obedecieron causas naturales.

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