(Amílcar Ámbanos)
Todo ritmo es político,
quieras que no
es su forma de ser,
te guste o no.
Falso o verdadero,
todo ritmo es político,
te quepa o no.
¿Te gusta este ritmo?
Si no, podemos probar
con otro, u otro, hasta
encontrar alguno:
Hay un ritmo para cada
necesidad, sólo hay que
encontrarlo.
Estamos hechos de necesidades
y funciones. No hay función sin
ritmo: La vida es movimiento:
Falso o verdadero, todo movimiento
tiene un ritmo, o es parte de otro.
Todos somos parte de algo que
nos excede, llamalo como quieras
sin salir del ritmo.
No hay un ritmo apolítico, aunque
son bastantes: Cada cuerpo contiene
varios ritmos, algunos ni los conocemos
aunque podamos seguirlos.
Todo cuerpo es político como sujeto
y objeto de funciones que obedece.
¿No te gusta tu ritmo? ¿Preferirías
otro más confiable y amigable, y
menos político?
Con los ritmos incorporados al cuerpo
no se puede hacer nada, no se puede
cambiar de cuerpo así porque sí.
Cada cuerpo goza de funciones que
le son propias, con sus ritmos asignados
¿Cuánto hace que no vas de cuerpo?
El ritmo está muy vinculado al goce,
al igual que la repetición. Eso explica
que algunas políticas se repitan, a pesar
de haber fracasado repetidamente.
La cuestión es no perder el ritmo:
Todos los otros valores son enajenables,
y en algún momento se pierden.
Un ritmo puede ser más o menos poético,
pero todo ritmo es político, como queda
demostrado.
Su base de sustento es la obediencia
y la repetición de valores y secuencias,
con subordinación y valor.
Seamos justos con el ritmo, él no tiene
por qué serlo. Sólo pide obediencia,
hay que ajustarse sin pedir más.

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