(Asensio Escalante)
Si llevamos un ritmo
hasta sus últimas consecuencias
se transforma en su opuesto.
¿Cómo identificar aquí
la verdadera oposición?
No es sencillo: Hay ritmos simples
y compuestos, el desarrollo rítmico
no conoce límites, aunque todos
ocurren en el tiempo.
El ritmo sólo se sostiene en el tiempo,
como todo organismo vivo.
El tiempo es ajeno a todos los límites
que emiten los cuerpos vivos. Para él,
no hay materia muerta;
no hace diferencias: todos nuestros ritmos,
con sus tiempos débiles y fuertes, son parte
de una misma continuidad sin opuestos.
II
Sólo nosotros observamos pautas
y frecuentamos distintos ritmos:
Entramos y salimos en forma azarosa
con algún resultado; una experiencia
acumulable.
Ni el movimiento, ni el tiempo pueden
acumularse, pero la práctica del movimiento
vivo en forma metódica y a un ritmo regular
es útil para mantenerse en forma.
Somos forma, órganos pautados y figuras
de un movimiento errático, mientras el
tiempo hace su trabajo.
Hay la presunción de un ritmo universal
al que todos estaríamos conectados
como miembros:
Es difícil desconectarse del universo
de las presunciones, nuestro conocimiento
es acotado: los límites son constitutivos
de los cuerpos y los ritmos.
¿Estamos hechos de límites?
¿Hasta dónde se extiende la capacidad
de incorporar más límites y ritmos?
¿Somos pautas rítmicas que vacilan
en un orden deliberado y preexistente
a la célula rítmica?
Si llevamos un ritmo hasta las últimas
consecuencias, se transforma en su opuesto.
Obtenida la oposición, habrá que negociar:
ambas partes deberán ceder algo.
Pero ¿Cómo saber cuál era el original?
¿Cómo identificar la verdadera oposición?
No es sencillo, hay que ser mesurado
ante las consecuencias de lo inevitable:
Sin medida no hay ritmo, ni orden.
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