(Rolando Doorland)
No son muchos los mamíferos
que vuelan.
Yo conozco al murciélago
y poco más. ¿Qué pasó?
¿Algo falló? ¿No fue lo que
se esperaba, un ensayo que no
prosperó?
Se sabe que hubo otros, pero algo
hizo que fracasara ese proyecto
evolutivo, y la Naturaleza
descartara el vuelo del mamífero:
No era útil a futuro, merecía ser
discontinuado.
Pero entonces, el murciélago
¿Por qué no se extinguió?
Tal vez sirva como testimonio vivo
de aquel ensayo trunco, el error que
subsiste para que no se repita:
Nadie los ama, ni se identifica
con ese obscuro mamífero que vuela,
transmite enfermedades y además es
ciego y duerme colgado.
Como si fuera poco, sale de noche,
tiene vida nocturna y otros hábitos
no menos sospechosos:
habita campanarios y sitios tenebrosos
y es pariente del vampiro. Es mal
presagio y ni siquiera posee la gracia
de las aves al volar.
¿Quién podría verse reflejado
en semejante mamífero?
Sólo Batman, nuestro Superhéroe
que a pesar de sus años no descansa
en su lucha contra el Mal.
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