(Serafín Cuesta)
Desempolvé mi fe
en el polvo y superé
otra crisis terminal.
Hay que volver al polvo primordial,
la fe es el combustible de los dioses,
su condición es la pasión:
Sin ella, la vida se disipa en presunciones
vanas y trámites absurdos.
Hay que volver al polvo primordial:
En un principio no había nada,
sólo polvo cósmico.
El resto era futuro.
La muerte no existía y todo estaba
por consumarse. Pero la fe fructificó
y el mundo se pobló de plantas, dioses,
animales y bacterias a imagen semejanza.
Se necesitaba una criatura superior
que dispusiera de toda esa riqueza
y organizara el mundo:
El hombre inventó el trabajo,
y vio que era bueno.
Pero no se conformó, y vio que podía
ser mejor dividiéndolo.
A partir de entonces, su conciencia no descansó
en ningún cociente ni descansó en la producción
de nuevas divisiones: Gobernar es dividir,
pensó y vislumbró que todo lo visible
era también divisible:
Todo se divide, hasta el polvo, la molécula
y el átomo: La división es la función divina
por antonomasia, verificó con fe.
Ahora sabemos diferenciar el polvo natural
del artificial. Hay polvo enriquecido y polvo
residual, polvos tributarios y fiduciarios.
Está el polvo bruto y el polvo elaborado,
así como sus subproductos: polvo propio
y ajeno, polvo reciclable y polvo irreductible
más el polvo enamorado que no tiene
vencimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario