miércoles, 8 de mayo de 2024

Huella y camino

 

(Serafín Cuesta)

 

Abrumado por la bruma,

ya lejos en el tiempo del fin

de toda zona urbanizada,


el viejo Buick seguía impertérrito,

avanzando a altas horas

como un fantasma seguro de sí mismo

entre la oscuridad de un paisaje

deshabitado.


Con éste no hay nada que temer,

estos autos viejos son de fierro.


Camino de ripio, con límites difusos.

Orienté el buscahuellas para mejorar

la visión. Siempre puede aparecer

una alimaña, o algo peor, nunca se sabe.


La noche puede ocultar sorpresas

indeseables. No se puede confiar mucho

en vidas nocturnas, ni en faunas cadavéricas:


Sabemos que no estamos solos

en la promiscuidad de la noche,

aunque parezca lo contrario.


La luz larga y el buscahuellas, me brindaban

suficiente seguridad. Me puse a hablar solo,

para no distraerme y dormirme: A falta

de interlocutor, no había otra opción.


Hablábamos de bueyes perdidos

sobre la monotonía de una recta

que parecía infinita, sin más señales

que unas huellas, quién sabe de quién

que revelaba el buscahuellas.


No consume poco el Buick, pero es un fierro,

aunque no sea primera mano y tenga casi

ochenta años.


La bruma impregnaba la noche.

Ya despejará, nunca es eterna la noche

desde que el mundo es mundo.


La vida nocturna no me inquieta,

ni los accidentes naturales del camino

que alumbra el buscahuellas.


Ai hay algo seguro en esta vida,

es el camino que puede verse

a través del parabrisas.


No tiene una visión panorámica,

el Buick es de otra época: como yo

y algo más viejo.


Pero es cómodo, sólido, seguro

y el buscahuellas está intacto.


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