(Germán Singerman)
Soñé que se me caía un diente.
No dudé en recordar aquel axioma
de la sabiduría popular:
Caída de diente, muerte de pariente,
aprendido de una película vista hace
tantos años: Macunaima.
Temí, aunque pronto entendí
que no era el caso: No estaba solo
al avanzar la imagen; así fue la
secuencia:
Sentí algo extraño en la boca, duro
y no degradable. Al emitirlo, ví
que era un diente que había pasado
a mejor vida; luego otro, y otro:
Eran tres, bastante parecidos;
trabajados por el tiempo y acusando
las huellas de un uso opinable.
Ahí me tranquilicé: Si bien se parecían,
no podían ser míos esos dientes. Tenía
que ser un sueño, yo no tengo tantos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario