(Remigio Remington)
Hoy barrí dos veces
la misma superficie,
pienso mientras no barro.
No fueron consecutivas
pero fueron dos. La verdad,
no tenía pensado barrer,
como tampoco repetir:
Pienso en frío, hace bastante
frío como para pensar en otra
cosa.
Ya barrí, y repetí. No me aburrí
al barrer ni barrí de puro aburrido:
Lo hice sin pensar, como tantas
cosas que se hacen, ahora que pienso.
No es lo mismo pensar y hacer,
hay que buscar un equilibrio entre
ambas acciones.
Tal vez nunca pensé en barrer,
pero barrí dos veces ¿fueron dos?
Lo que se repite se piensa dos veces,
dijo el filósofo alemán que pensaba
mucho más que yo.
No sé si barría como yo, o sólo barría
cuando pensaba, aunque no pensara
barrer.
Tampoco sé si es bueno pensar tanto,
después escribimos cosas que nadie
entiende; no sé si se entiende…
No sé, tal vez pronto vuelva a barrer,
a ver qué pasa. Al menos uno siente
que cumple una función útil, aunque
no necesaria, y propicia cierto orden:
Alguien lo tenía que hacer, me tocó
a mí el trabajo sucio y cumplí.
El ambiente lo agradece: Se nota
que barriste, parece decir.
A barrer se aprende barriendo, no es
difícil, y si uno se pone un poco más
obsesivo barre cada vez mejor, hasta
incluso cuando no hace falta:
Es como escribir, una práctica que
puede repetirse casi sin límite.
Vuelvo a lo pensado en el pasado:
Hoy barrí dos veces (una, algo más
minuciosa: no recuerdo el orden
secuencial) y todavía es temprano.
Dos veces, pienso y vuelvo a pensar
en el filósofo alemán y esdrújulo:
Al pensarlo otra vez, el pensamiento
vuelve a multiplicarse por dos.
La pregunta es la siguiente:
¿Cuántas veces barrí?
(Los monjes budistas de la constelación
de las últimas noches, dedican las primeras
cuatro horas del día al barrido exhaustivo :
Un hábito que repiten desde hace siglos
o milenios. Luego desayunan, después oran
y enseguida anochece)
No hay comentarios:
Publicar un comentario