(Serafín Cuesta)
El canibalismo ya no es
lo que era: La socialización forzada
ha ido degradando y carcomiendo
nuestra relación con la emoción.
Antes, era común observar el
espectáculo de un prójimo devorando
a otro, con toda libertad.
El goce del consumidor se confundía
con el del observador ocasional, lo que
aseguraba la libre circulación del goce,
y la libertad de elección:
Podía identificarse, el observador
con cualquiera de las partes, según su
propia propensión nativa a oficiar de
víctima o de victimario, cuando lo
creyera oportuno.
La igualdad de oportunidades no se
cuestionaba, y se ejercía con toda
naturalidad.
Luego, la evolución determinó una
sucesión de diferenciaciones, que hicieron
de las sociedades humanas algo cada vez
más complejo.
Ahora, si bien la práctica del canibalismo
no fue abolida, ni desterrada y mantiene
su vigencia, ha adoptado nuevas formas
y se ha reconvertido:
Hay que observar tantos protocolos
que se pierde toda emoción, se desiste
del instinto y terminamos comiendo
cualquier cosa.
Ni el observador goza.
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