(Manuel Santos Lupanares)
Aquel fanal
era un fanal banal,
en lo formal,
un fanal que asomaba
entre la niebla como
cualquier banal, con sus
luces y sus sombras.
Tan fidedigno como real,
como cualquier fanal que
emite luz desde lo alto de
esa torre que se eleva, a
pesar de la niebla.
La niebla no puede ser sino
real ¿es tan real como el
fanal, o más?
Hay distintas lecturas,
la cantidad de realidad depende
del observador como éste de sus
sentidos y el fanal de combustible.
En el orden real de lo objetivo,
ambos cumplen su función: niebla
y fanal, fanal y niebla, aunque la
segunda es más difusa:
No es culpa del fanal, la función de
la niebla envuelve al fanal bajo un
manto de sospecha.
¿Y la función? El fanal la observa
como si no pasara nada, sabe que la
niebla pasará, ella sólo sabe estar de
paso, a diferencia suya que no pasa.
¿Lo banaliza ella, al reducir su luz
a algo difuso, casi ajeno? ¿O era ya
un fanal banal antes de conocer niebla?
En ese caso, la niebla estaría sirviéndole
para ocultar una parte de su banalidad.
¿Podríamos hablar de una niebla funcional
a la banalidad del fanal, bien o malhabida?
¿O habría que esperar a que despeje?
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