(Aparicio Custom)
El valor de cambio permite
el intercambio de valores, sin
el cual ninguna sociedad podría
moverse ni desarrollarse.
El intercambio es fluido, y los
valores se ajustan al movimiento.
La vida es movimiento: la movilidad
social, descendente o ascendente,
reproduce el movimiento de valores
determinado por la fluctuación de los
mercados.
Si nada cambiara, no habría crecimiento
que justificara el aumento del costo de
la vida y subalternos.
A valores actuales, la vida vale poco,
pero el cambio significa una esperanza,
mucho más para quienes se encuentran
devaluados en el sistema de valores:
El aumento de la esperanza de vida
es un signo positivo.
En el intercambio productivo, algunos
resultan favorecidos, otros no. Hay quien
sostiene que el beneficio de aquellos, es
en desmedro de éstos:
Hay distintas interpretaciones posibles
e intercambiables.
¿Son siempre los mismos?
La pregunta no es válida: Las cifras suelen
ser engañosas y manipulables. La historia
del intercambio es compleja y rica en
contradicciones.
Pero sabemos que la asimetría en los beneficios del
intercambio, es condición necesaria para la función
del sistema de valores, regido por la acumulación,
la concentración y la expansión de la contradicción:
Siempre funcionó.
Para muchos, el cambio es la única esperanza.
Ante la crisis de valores, es natural que la palabra
cambio asuma mayor protagonismo, como promesa
y agregue valor como significante.
Ya no importa quienes están detrás de ella, quién
la emite y agita: El cambio ha evolucionado en
sujeto, y el sujeto es soberano.
Aparecen distintas fórmulas retóricas en torno al
cambio, sin que importe su signo, ni su sentido:
Compromiso por el cambio. Juntos por el cambio.
O el imperativo: Cambiemos (después vemos)
Ya lo habían estudiado los ideólogos del proceso,
la última dictadura: Estamos ante un cambio
cultural, informaba Martínez de Hoz.
Más actual, la candidata que perdió y se sumó a los
ganadores, proclamaba en su campaña. Bienvenida
la fuerza del cambio. Además de darse la bienvenida
a sí misma, sumaba otra contradicción no menor:
Es ahora y es para siempre.
Sí, ya lo había enunciado Heráclito, hace mucho: Lo
único que permanece es el cambio, en aquellos tiempos
cuando nadie hablaba del valor de cambio y no se
vislumbraba que nada fuera a cambiar mucho.
¿Hay un cambio de época? ¿Era éste el cambio que
todos esperábamos? ¿O habrá que esperar otro?
¿Acaso no esperábamos el mismo cambio y lo único
que importaba era el tipo de cambio?
¿Para qué sirven las palabras?
¿Es más importante su valor de uso, o su valor de
cambio?
Por ahora, nos seguimos bañando en el mismo río,
algunos lo celebran y otros no, pero no está dicha
la última palabra, todo puede cambiar aunque no
vuelva a ser lo que era.
Lo seguro, es que las palabras son recursos
retóricos de gran utilidad, antes y después de
las batallas culturales.
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