(Epifanio Weber)
Alta vara, la de Álvara,
ella dibujaba las mejores varas.
Con altura, pasaba de una a otra
y siempre se superaba.
Álvara no se conformaba con lo
que hacía, ninguna de sus varas
la satisfacía por completo.
Sus varas eran las mejores y más
altas, pero ella iba por más:
No era de dormirse sobre sus laureles
ni de quedarse varada en una vara
bien lograda, almibarada por el éxito.
No tenía techo, Álvara, con sus varas
cada vez más altas y envidiables.
No tenía competencia, tampoco, y lo
sabía, pero también sabía que toda vara
es algo que merece ser superado.
Eso la impulsaba a superarse e ir por
más, sin medida.
La desmesura sostenía su carrera hacia
lo alto, sin otra recompensa que
su propio ascenso personal, elevando la
vara y aspirando siempre a más.
Ahora, Álvara dibuja varas aceptables
y no para. Pero sus varas ya no son las
de antes:
Llega un momento, en que es difícil
sostener la competencia con uno mismo.
No sé si lo reconoce, ella sigue dibujando
varas sin parar. Hay que poner el cuerpo
y no aflojar, sostiene desde la punta de su
vara.
Alta vara, la de Álvara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario