(Elpidio Lamela)
¿Qué mirás?
¿Y yo te lo pregunto?
Sí ¿y qué?
¿Nunca viste un poema
irreverente que te mire de frente
y te pregunte qué mirás?
¿O te pensabas que los poemas
son sólo objetos apacibles, mudos
y pacientes, pendientes del lector
que los apruebe o justifique?
No, no somos todos iguales
ni buscamos todos lo mismo.
Hay poemas duros, secos, blandos
y babosos, chirles, complacientees,
pasatistas, comprometidos y riesgosos.
Y otros, no menos sospechosos.
La calidad es diversa, pero a la mayoría
de lectores no le importa, si le hallan
algún atractivo, para consumirlo y pasar
a otra cosa.
Algunos dicen que sólo hay dos clases
de poemas: buenos y malos. A mi no
me interesan las calificaciones, y menos
las clasificaciones, ni los juicios de valor
y las categorías surgidas de sistemas
binarios:
Hay poemas machos y hembras: Éstos
seducen lectores con sus cantos de sirena,
visten un lenguaje alambicado, hablan del
carbunclo, de alondras, ruiseñores, o
medusas y anfisbenas abonando mágicos
paisajes.
Los machos somos pocos, pero tenemos
lo que hay que tener, bien puesto en su
lugar. No andamos con vueltas, vamos de
frente y sin ningún empacho podemos
preguntarte qué mirás.
¿Qué, nunca viste un poema macho?
¿Te incomoda esta presencia activa, su
diseño agresivo y penetrante? ¿Hubieras
preferido uno no binario?
¿No era ésto lo que esperabas de un poema?
Mirá, es mejor no esperar nada de ninguno,
después se ve.
Su virilidad es lo que lo hace agresivo
y penetrante y está fuera de discusión.
Eso seduce y lo hace casi irresistible:
todo el mundo tiene su lado femenino
¿O vos no?
Otra cosita: Cuando te querés dar cuenta
ya lo tenés adentro, decime qué se siente.
Este poema no requiere tu aprobación,
ni necesita nada que lo justifique; es el
que es y sabe arreglarse solo, como buen
macho.
¿Y qué?
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