(Manuel Santos Lupanares)
Hay peces grandes y pequeños,
peces pesados como vacas
y livianos como plumas:
Voluminosos e insignificantes,
temibles y risibles.
La diversidad es un fenómeno
envidiable.
Lo mismo ocurre con las aves
y los mamíferos:
Desde el mínimo ratoncito
que nos cabe en la palma de la
mano, hasta los grandes predadores
que podrían devorarnos,
Es envidiable la diversidad:
En ella se sostiene el movimiento
de la cadena trófica y el propio
Orden Natural.
¿Profesarán alguna envidia, esos
peces pequeños e insignificantes
a sus superiores, antes de ser comidos
como es su destino?
No lo sabemos, y es probable que no
lo sepamos nunca: La Naturaleza
y la diversidad son un misterio
para nosotros, aunque formamos parte.
Es probable que no conozcan la envidia.
Ni peces, ni ratones han alcanzado
suficiente evolución para desarrollar
sentimientos de los nuestros.
Mucho menos, para pensar en ellos.
Sólo cabe esperar que todo siga
funcionando así, y seguir protegiendo
la diversidad.
Ella nos provee todos los recursos
naturales necesarios, para continuar
la evolución en forma encadenada
y segura.
Sin duda, hemos sido elegidos
como vanguardia evolutiva
y nuestro aporte a la diversidad no es
menos envidiable que nosotros.
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