(Carlos Inquilino)
Mi frac fracasó, yo no.
No es nuevo, suele pasar,
no es raro: casi nadie estrena
un frac; es más común alquilarlo.
La compra no es una buena inversión
¿Cuántas veces puede usarse?
Nadie anda por la vida de frac,
sería ridículo.
Nadie quiere ser ridículo, ni parecer,
ni hacerlo ¿Quién se manda a hacer
un frac?
Yo no conozco a nadie:
¿Para qué, pudiéndolo alquilar?
No sólo no justifica la inversión
sino que ocupa un lugar inútil
en el ropero.
Bueno, todos solemos guardar cosas
inútiles en el ropero, pero ¿un frac?
¿Y si se apolilla?
Bueno, igual no sirve para nada…
¿Cuántas veces puede necesitar un
frac alguien sensato?
Y en tal caso se vuelve a alquilar,
aunque se pueda volver a fracasar:
Quién sabe por cuantos cuerpos pasó
ese frac engañoso…
Ninguno es de primera mano, no hay
que ilusionarse: es lo que hay.
Hay tantas cosas para alquilar…
Casi todo es alquilable, no hace falta
hilar muy fino. Puede funcionar o
fracasar, pero la práctica del alquiler
está muy difundida, es algo natural:
hasta vientres se alquilan.
(Todo lo pensable es también alquilable,
decía un filósofo a sueldo)
Hay más inquilinos que otra cosa,
es como para alquilar balcones:
una ilusión, uno se ilusiona al alquilar:
la ilusión de disfrutar de un lugar que
no le pertenece, mientras progresa y
alimenta la ilusión de dejar de alquilar,
pasar del otro lado y hasta tener algo
propio que alquilar a otros.
En un sentido, todos somos locadores
o locatarios, inquilinos y propietarios
nos estamos alquilando, en un sentido
u otro; a veces renovamos la ilusión,
otras no:
Al fracaso hay que asumirlo
y seguir participando, o quedar fuera
de juego: en orsai.
No es nuevo el juego,
no hay muchos juegos nuevos:
es lo que hay.
Fracasó mi frac, yo no
(un frac que ni siquiera era mío)
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