(Aquino Lamas)
La tinta no se mancha.
Decenas de cenas compartidas
por senadores de distinto signo,
cientos de sentidos por conocer.
Una palabra contiene muchas direcciones
pero yace como organismo inerte si está
sola; necesita asociarse para circular y
producir sentido.
No sabe estar sola, se percibe inútil,
por eso existen familias de palabras,
categorías y valores que hacen al libre
juego de la oferta y la demanda entre
sujetos de valor equivalente.
Algo similar ocurre con el sujeto:
No sabe estar solo, se percibe inútil
fuera del intercambio.
El sujeto hablante es condición del
intercambio, procede del lenguaje,
no como creación sino como efecto
o producto.
La palabra no crea, sólo produce y
reproduce efectos. Su esencia y
razón de existencia es la utilidad:
las direcciones posibles para entablar
sentido productivo y generar valor.
Por fuera de ese orden
son aceptados algunos desvíos,
como el discurso patológico
y el poético, de contornos difusos.
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