(Amílcar Ámbanos)
El movimiento del pescado
es torpe y discontinuo,
dudoso y tan poco vistoso como
el de cualquier participio pasado.
El pescado es pura voluntad
de volver al pasado: el agua.
El presente lo asfixia entre nosotros,
necesita el oxígeno del agua.
Sólo aspira al agua, el único pasado
donde puede tener futuro.
El movimiento espasmódico es torpe
y vano, desacompasado y efímero,
como el presente:
Todavía se mueve, aunque su voluntad
declina. No nació para eso y no sabe
lo que le espera; nosotros sí sabemos,
aunque no sabemos lo que nos espera:
el paso de sustantivo a participio pasado
es casi imperceptible.
II
El movimiento del pecado es fluído y
continuo, a diferencia del pescado.
Puede ser armonioso y versátil
y más deseable que otros movimientos
que participan del pasado.
Pecamos en presente, luego acumulamos
participios aptos para ser olvidados:
Lo pasado pisado, con o sin pecado.
La capacidad de nuestras memorias
sólo es superada por la tecnología
y por la propia capacidad de olvido:
somos capaces de olvidar más de lo
que conocemos.
El movimiento del pecado es replicable,
y tan sutil como dudoso; se puede pecar
en estado de reposo:
Basta dejar fluir la mente y detenerse
en el goce de un buen pensamiento
pecaminoso.
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