(Amílcar Ámbanos)
Había parado de llover, ya anochecía
cuando salí al jardín. El viento había volteado
algunas plantas pero ahora estaba calmo, ya
parecía haber pasado todo.
Al llegar al fondo, levanté las ramas caídas con
la tormenta y tuve un diálogo con una señora
que, al otro lado del jardín se ocupaba en recoger
las alimañas que brotan con la lluvia, en una bolsa
que portaba.
No estaba seguro de conocerla, pero los vecinos
siempre cambian. Aunque esa casa, hacía tiempo
que estaba deshabitada: su último morador había
sido un viejo que murió hace años y dejó solo a
su gato, también viejo y enfermo, que vino a morir
con nosotros.
El diálogo fue cordial, mi atención estaba en esa
bolsa, donde se mezclaban hacinados toda clase de
bichos: desde pequeños insectos, coleópteros,
artrópodos, arácnidos, anélidos, ciempiés, babosas
y otros que no alcanzaba a clasificar ni discernir.
Me explicó que con todo ese material hacía un
preparado que servía para abonar la tierra.
No sé cómo, pero en el curso de la conversación
amigable que entablamos, gané su confianza y
conseguí que me entregara su botín: la bolsa que
contenía la biodiversidad de toda esa fauna
pletórica, pegajosa y burbujeante.
Sin entender por qué había procedido así, me
encontré con otro problema:
¿Qué hacer ahora con esa bolsa llena de vida?
Algo había que hacer, y el único que podía hacerlo
era yo. Me habrá llevado un tiempo decidirlo; no
soy un decidido y mis decisiones son de tránsito
lento.
En casa me conminaron: Hacé lo que quieras, pero
eso acá, no. Ya tenemos suficientes alimañas, ni se
te ocurra soltar ese bicherío en el jardín.
Más tarde, tal vez luego de descartar otras opciones,
me encontré en la calle, tranquilo, como cualquier
transeúnte con bolsa, buscándole un destino razonable
a la mía.
La calle, es sabido, está llena de sorpresas -como
una caja de Pandora- Me crucé con una novia mía;
celebramos el encuentro casual y la acompañé a su
trabajo, no muy lejos.
En el camino, encontraría un destino para toda esa
vida residual que se agitaba bajo mi mano.
(Ella ni me preguntó por la bolsa)
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