(Amílcar Ámbanos)
Mi planta carnívora floreció.
Todas las flores son bellas,
pero éstas tienen un encanto especial.
No es casual que así sea, están diseñadas
para atraer insectos y pequeñas aves
que quedan adheridas mientras la flor
se cierra y los devora minuciosamente.
¿Es un recurso, la belleza?
La planta no se lo pregunta, no está
dotada de una inteligencia que se lo
permita: sólo se remite a obedecer
impulsos y cumplir funciones.
A diferencia de otros organismos más
desarrollados, que pueden discernir,
preguntar y elaborar respuestas que
justifiquen sus actos.
La planta hace lo que tiene que hacer,
sin excesos: aprovecha los nutrientes
que le ofrecen sus presas, y florece.
Le basta con saber aprovechar sus
modestos recursos, incluida la belleza,
el engaño, y la belleza del engaño.
¿Florecer es una forma de agradecer?
Su flor es vistosa, como para
compensar la ausencia de perfume.
Y aumentan su atractivo una pequeñas
gotas cuyo brillo adorna sus pétalos,
casi blancos:
No es el rocío que viste la rosa, son
gotas de un tono intenso y definido:
rojo sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario