(Germán Singerman)
Con el paso del tiempo
nos volvemos más sabios,
o sensatos, o no.
Nada es seguro, más allá
del paso del tiempo.
Es común que se moderen
los impulsos con la edad,
evitando algunos excesos.
Y no mucho más: algunos
llaman a eso sensatez.
De cualquier modo, hay cosas
que no pueden medirse:
Aprendemos con el paso del
tiempo.
La filosofía puede servir
para entender algo de nuestra
propia condición efímera
y aceptar lo que se pierde.
O bien, para perder el tiempo
de un modo placentero; aunque
con la filosofía poco se goza,
como advirtió el poeta.
II
Todo poeta es un filósofo, aunque
no todo filósofo es un poeta,
decía un hombre entrado en años
(es más poético que añoso)
Para el filósofo, como para el poeta,
el tiempo adquiere un valor distinto:
Pueden destinar horas a definir una
idea, o a contemplar una palabra
fuera de contexto:
Es su juego.
La vida es otro juego: Uno en cuyo
transcurso, los jugadores avanzan o
retroceden, mientras van siendo
eliminados (algunos se eliminan
entre sí, en forma directa o indirecta)
Por fortuna, a la mayoría no los conocemos
y eso no altera nuestro juego.
Pero al avanzar, vemos caer contactos
estrechos, y nuestro círculo se cierra, se
estrecha, en forma inexorable.
Es natural, entonces, que el jugador ya
veterano empiece a percibir que podría
ser el próximo, aunque no hay certezas.
Luego, el juego continúa, sólo que uno
no lo ve, ni se entera (Una vez enterrados
ya no nos enteramos de nada)
El juego seguirá porque el tiempo nunca
muere, no puede morir, a diferencia de
nosotros que tenemos que aprovechar
el tiempo muerto:
Ese que está entre que nos levantamos
y nos acostamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario