(Tomás Mercante)
Un poema no puede ser leído
como cualquier otra cosa
que no sea un poema.
Requiere una lectura distintiva.
De lo contrario. Poco podrá obtenerse
de él, tanto como de su lectura:
Incluso menos que de ella misma
aplicada a otras cosas distintas
del poema.
Hay muchas formas de aprovechar
un poema, siempre que no se lo lea
como lo que no es.
No siempre estamos en condiciones
de leer un poema, y en especial, cierta
clase de poemas que requieren mayor
atención de la normal y nos hacen
pensar más de lo necesario.
En ese caso, es mejor dejarlo de lado
y leer otra cosa, si hay alguna voluntad:
Hay demasiadas cosas legibles que pueden
abordarse sin dificultad y no nos piden
nada ni nos dejan nada. Son lecturas
seguras.
Por el contrario, un buen poema nunca es
algo seguro. ¿Qué pide el poema?
No mucho, sólo que se lo reconozca
y se lo lea como tal; es todo.
Hay una salvedad: Existen objetos engañosos
con forma de poema y presentados como tales.
En esos casos, no sirve de mucho la lectura
poética adecuada: puede mejorarlos un poco,
pero seguirán siendo lo que eran, no poemas,
no nos engañemos.
¿Cómo evitar el engaño?
Es fácil: Sabiendo de antemano que estamos
en presencia de un poema verdadero, auténtico
y genuino.
¿Cómo tener esa certeza?
Bueno, eso es otro cantar. Hay ofertas
de asesoramiento con aranceles razonables.
Para poder hacerlo por sí mismo, hay que
tener muchas lecturas sobre el lomo, no
sólo de poemas.
Y leer a los que saben,
en vez de estar leyendo poemas como éste,
que no parece lo que es.
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