(Senecio Loserman)
Hay muchas formas de decir lo mismo:
Ven acá, haba...
Ven, acaba…
Vena cava hay una sola:
superior e inferior,
y es la más importante:
no se puede vivir sin una ni la otra.
Las otras venas van y vienen
como la misma sangre,
un viaje d ida y vuelta.
Pitágoras proscribía las habas,
fuera de eso era vegetariano y
promovía esa dieta a sus discípulos
mucho antes que aparecieran los
veganos.
Pero no pudo evitar que la sangre
siguiera su curso y la Historia toda
se escribiera con sangre: La sangre
tira, ya no quedan pitagóricos pero
aún subsiste la tracción a sangre.
La sangre fluye como siempre,
hacia el río que nunca es el mismo:
Los ríos de sangre disponibles
crecen como el desierto.
A algunos poetas, Pitágoras los sigue
inspirando y buscan su cuadrivio.
La vena poética de Darío gustaba
de las pitagorizaciones e irradió
su luz a constelaciones de futuros
poetas.
Ellos no tenían por qué escribir con sangre,
desde la sangre ni sobre la sangre derramada:
Mejor cantarle al amor, derramamientos hubo
siempre, como poetas; algunos más sanguíneos.
La vena poética puede abrevar en distintos
elementos, más o menos fluidos. Hay venas
reemplazables, pero la cava es una sola:
superior e inferior, y dependemos de ella.
Se puede prescindir de alguna que otra vena,
como de las habas, pero no de la cava
ni del verbo cavar.
Venimos a cavar y a descender:
Ven, acaba.
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