(Encarnación Segura)
Clavó su báculo en la boca
del vicario, de cuyos labios
sarmentosos manó una sílaba
incompuesta y chabacana, junto
al chicle que caía, moroso como
la luz que declinaba apegado a su
prótesis.
¿Por qué lo hizo?
Preguntó un arcángel que caía
entre vómitos y arcadas
atraído por la luz del pecado
concebido.
Fue un acto de fe, reconoció
el autor: El poema lo pedía.
¿Qué poema?
-¿Y tú me lo preguntas?
¡Vámonos, cuervo, que ésto apesta
y la noche es joven!
Este mundo está acabado.
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