(Amílcar Ámbanos)
Dios aprieta pero no ahorca.
Había que pensar en la cena,
la heladera estaba vacía,
más que otras veces.
Quedaba un resto de pan.
Revisamos la alacena
en busca de provisiones.
Algo había: una lata de jamón
del diablo.
Pusimos la mesa, repartimos
el pan y abrimos la lata.
Antes de degustar la cena
elevamos una oración
y agradecimos al diablo.
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