(Asensio Escalante)
El sentido del deseo
es ajeno a los otros.
No hay un deseo consentido
ni conciencia de su consistencia.
El deseo no busca otros
sentidos para apropiarse y
crecer.
No se necesita una conciencia
para desear o ser deseado.
Nadie busca nada ni se mueve
sin deseo, o una pizca.
Las pistas son diversas y riesgosas,
se pierden todo el tiempo, por lo
regular:
De eso se encarga la conciencia,
ella corrige los desvíos y evita
los desmadres, proveyendo sentido
a cada emisión, o movimiento.
Sólo los estímulos provienen
del deseo: Una parte se pierde,
la otra se transforma y produce
otros sentidos:
-Lo siento, voy sin brújula,
perdí la orientación, las referencias
y es posible que perdiera el eje.
Señor, siento que vacilo en un bosque
ajeno y sin salida; estoy perdido ¿Qué
debo hacer?
-Siga, siga… Nada hay que hacer
y no hay por qué inquietarse, ni
detenerse: Todo lo que se pierde
es parte del camino.
-¿Qué camino?
-Tu camino, que es éste y es el único.
Menos averigua Dios y perdona.
¿Acaso no deseas continuar?
¿O esperabas que hubiera algún otro
sentido?
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