(Elpidio Lamela)
No importa la cantidad de labios,
su disposición, forma o consistencia.
Lo que cuenta es la oposición:
Deben ser capaces de ofrecer oposición,
tanto entre sí, como a terceros.
En segundo lugar, la aptitud para el
ejercicio de su función primordial:
abrir - cerrar, permitiendo el paso
de fluídos entre las partes involucradas.
Los labios deben mostrar labilidad
para el intercambio productivo,
atendiendo al libre juego de la oferta
y la demanda.
Ahí es cuando el besante avezado
le otorga contenido expresivo
a los órganos comprometidos en
la función, pudiendo improvisar
según las circunstancias y las
condiciones ocasionales en que
se entabla la unidad de esas cavidades
ávidas, deseantes.
No importa el número de dientes
que se cuenten detrás de esos labios.
Nadie se pone a contarlos en esa
situación.
Sólo una prevención: En caso de que
el número sea igual a cero, o un empate
en cero, habrá que tener cuidado con el
efecto ventosa (o sopapa):
Podría extender la duración del acto
más de lo deseable y hasta quedar
unidos para siempre, sin que fuera ese
el fin de ninguna de las partes.
Aunque es probable que no vivan
mucho tiempo en esas condiciones:
Podrían morir de inanición.
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