(Florencio Cusenier)
Es mentira que el alfajor sea
un invento argentino: hasta la
palabra es árabe.
El colectivo tampoco. Nos vienen
mintiendo desde siempre.
Toda nuestra historia se sostiene
en mentiras, como el ser nacional
o el campo popular:
Si existe, está más contaminado
que la pampa húmeda.
Lo único que podemos reivindicar
como propio es el dulce de leche,
y hasta por ahí nomás:
Las vacas vinieron de afuera
y el origen del dulce fue un
accidente.
Hay que dejar de vanagloriarse,
nosotros no inventamos nada, ni
la birome: Biro era un inmigrante.
Nos debemos un sinceramiento
verdadero: No tenemos mucho
para enorgullecernos.
Lo más sensato es reconocer y aceptar
nuestra procedencia apócrifa y olvidar
esas patrañas que venimos repitiendo:
No nos une el amor, la identidad, ni
nada semejante. El apego al pago
es otra falacia de diseño que todavía
estamos pagando:
Lo único que nos une es una deuda
espuria.
¿Fuimos una colonia exitosa?
Tal vez, ahora ni eso.
No nos engañemos, es absurdo
pretender sincerar la economía,
otra mentira: ella es parte del engaño.
Puede que nuestros alfajores sean
los mejores, o al menos los más
caros, pero no los inventamos:
No inventamos nada, es todo un
invento, como nosotros.
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