(Onésimo Evans)
Una vaca ajena
viene a acampar en el poema.
Pace entre las mieses
sin alterar el paisaje de términos
ni el metabolismo del cuerpo
del poema.
Los cuerpos pasan,
como los poemas que se mueven
y progresan, hasta alcanzar el
estado de reposo.
Todas las vacas nos son ajenas
al momento de incorporarse al
poema.
Luego acampan y hacen lo que saben,
sumando volumen al poema, que va
cobrando cuerpo para poder descender.
La vaca pasa buena parte de su vida
útil echada, rumiando sin molestar.
Es un animal pesado en relación a otros
mamíferos más ágiles e inquietos, que
van y vienen apurando su destino de
consumidores finales.
Algunos culpan a la vaca de emitir
gases tóxicos asociados al calentamiento
global y al efecto invernadero.
Pero la vaca permanece ajena, echada,
acampando en el poema y haciendo lo
que sabe.
A diferencia del poema, que no puede
hacer mucho con su metabolismo discreto.
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