(Nicasio Uranio)
Ésto ya no me representa,
decidió el sujeto poético
y eliminó su publicación
de la nube.
Todas las decisiones y emisiones
humanas acaban en las nubes,
algunas no más tóxicas que uno.
Pero el poema depende de las
buenas decisiones para mantener
su vida.
Una buena representación, puede
superar al objeto representado,
pensó el sujeto desde su propia nube
(todos los sujetos habitan una, sean
o no poetas en ejercicio cada cual
tiene su propia nube)
Y pensó más (los poetas son sujetos
que piensan de más, aunque sientan
lo mismo que cualquiera o viceversa)
El poema, organismo vivo o muerto,
no tendría por qué representarme.
Como objeto autónomo, escindido,
enajenado por su autor, no tiene que
representar a nadie.
¿Quién soy yo para ser representado?
Si pudiera serlo, ya no sería yo,
y el poema no sería más que un objeto
dudoso como un yo, una réplica suya.
El poema, como perfecto objeto
debe estar separado todo lo posible
del sujeto y entablar su propia vida,
deliberadamente.
Yo no podría ser objetivo conmigo,
El poema sí, sólo si se libera de la
cadena de representaciones, cuyo
peso le impide elevarse y levantar
vuelo.
Ahora el sujeto se presenta y dice:
Volví a mi nube y rescaté el poema;
me dispongo a intervenirlo para
eliminar todo rastro de representación
subjetiva:
Sólo quedará lo puro, lo objetivo
y necesario, es decir lo indefinido.
El poema quedará librado a su suerte,
sólo dependerá de las buenas decisiones
que contenga.
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