(Onésimo Evans)
¿Cuándo murió el Mar Muerto?
Le pregunté a un filósofo en
situación de calle.
-Soy todo oídos, pero no tengo nada
que ver: Nunca hice nada, soy filósofo.
¿Y le parece que la calle es lugar
para un filósofo?
-Sócrates lo hacía.
Sí, así le fue.
-Son puntos de vista, interpretaciones.
Lo suyo era la confrontación, el desafío
para llegar a la contradicción del otro.
Yo no soy socrático, creo que la filosofía
de hoy tiene otros desafíos.
¿Como cuáles?
-La filosofía no puede cambiar el mundo,
pero sí interpretarlo, que es una forma de
conocerlo.
¿Y dónde se formó como filósofo?
-En la universidad de la calle.
¿No le resulta sospechoso?
-No más que otras instituciones, nadie está
libre de sospecha, y todos los filósofos
somos sospechosos.
Bueno, al menos lo reconoce…
-Es natural sospechar, sin eso no habría
filosofía: El filósofo siempre sospecha que
hay algo más de lo que se ve.
¿Toda realidad es sospechosa?
-Sí, eso es lo único seguro.
Sus preguntas me resultaron sospechosas
desde el principio: Todo el mundo sabe
que el Mar Muerto no es un mar, es un lago
que nunca estuvo vivo ni muerto: Es sólo
agua con sal, en una proporción que no
permite la vida.
Bueno, yo no lo sabía.
-Podría haberlo sospechado...
Sí, tal vez, pero no soy filósofo.
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