(Helena Mora)
Al final de la baba
había un hilo,
tan intenso como inútil.
¿Para qué?
Se preguntaban los presentes
entre la confusión de tantos
conectores neuronales.
Un hilo despierta suspicacias
a la vez que sostiene la ilusión:
¿es conducción? ¿pudo haber sido
y fracasó? ¿podría haber sido el
principio precursor de un tejido
ahora vacante?
Conservaba la expresión, ya sin
función verificable, como tantos
cables que yacen por ahí.
¿emisor o receptor?
Las dudas circulaban enrareciendo
el peso del silencio compartido, un
silencio cómplice, casi tan complaciente
como ignominioso.
Un hilo sin puntada genera preguntas,
despierta suspicacias.
Era para sospechar y compartir la sospecha:
No había mucho más para compartir.
La baba parecía secarse, pero conservaba
el brillo, como si hubiera pasado un caracol
de tierra.
¿Qué tan distinta es la trazabilidad de nuestra
baba humana en esta tierra?
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