(Dudamel Rambler)
Era un jugador distinto.
Talentoso como pocos, tenía
pausa, pique corto, velocidad
y cambio de ritmo.
Dueño de una técnica envidiable,
manejaba todos los perfiles
y podía resolver en espacios
reducidos o casi inexistentes.
Se adaptaba a distintas funciones
y era capaz de desenvolverse con
naturalidad en casi todos los puestos.
Pero era humilde, a veces demasiado
solidario con el equipo,
y no tenía vocación de líder.
Su otro punto débil: tomaba unas
decisiones horribles, lo que terminó
jugándole en contra:
La parcialidad estaba dividida; los
más impacientes lo defenestraban,
mientras otros creían en sus condiciones
y decían que había que aguantarlo,
esperarlo: ya iba a explotar, tenía todo
para brillar como los grandes ídolos.
Hasta que todos fueron perdiendo
la paciencia y el club tomó una decisión.
Anduvo deambulando, con sus malas
decisiones por distintos clubes, cada
vez más insignificantes hasta que se
le perdió el rastro.
Hoy nadie lo recuerda, a no ser algún
nostálgico de aquellos tiempos, tal vez
mejores, que no se olvida de sus malas
decisiones.
Nunca gozó del reconocimiento que
hubiera merecido si hubiera elegido
mejor a la hora de decidir:
Los sentimientos populares son así;
inseparables de las decisiones, buenas,
malas o dudosas.
Era un jugador distinto, nadie lo duda.
Tal vez lo siga siendo en otra parte de
la realidad.
Hoy nadie lo recuerda, no sé si
el olvido es una buena decisión.
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