(Dudamel Rambler)
La culpa y el fracaso
son buenos compañeros:
se alimentan entre sí, se
necesitan.
La función pedagógica del fracaso
se realiza con la complicidad de la
culpa.
Sin ella no es completo el fracaso
-si la culpa fracasa casi no hay fracaso-
El éxito de la culpa, radica en registrar
al fracaso como tal, sin lo cual no se
capitaliza.
Siempre se puede volver a fracasar,
nada lo impide; y hasta hacerlo mejor.
La culpa no sabe esperar, pero espera.
Tanto para arribar al éxito como al
fracaso, se necesitan cómplices:
Nadie llega solo a ningún lado por
méritos propios, me dijo un autodidacta.
Todos somos cómplices, involuntarios
o no, de distintos fracasos, y acaso de
algún éxito.
La complicidad no genera demasiada culpa,
se estima que es algo desestimable.
Las palabras no fracasan, pueden cambiar
de sentido incluso, y seguir circulando sin
ninguna culpa.
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