(Tomás Mercante)
La actividad divina no declina,
es siempre la que Es
y no puede ser más perfecta.
Por eso no puede superarse,
a diferencia de la nuestra:
Debemos esforzarnos para ser mejores
y nos superamos con la competencia.
Nos superamos unos a otros todo
el tiempo y nos vamos eliminando
hasta que quede el mejor:
Ese alcanzará la perfección posible
y podrá compartir la actividad divina,
y, tal vez, hasta competir con ellos.
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