(Carlos Inquilino)
La ciencia no para de sorprendernos,
en un sentido u otro.
Gracias a ella, y su aporte desinteresado
al conocimiento objetivo, hoy sabemos
que nuestras expectativas como especie
son acotadas, pero también aquello que
estamos haciendo mal y habría que
rectificar.
La voluntad es otra cosa: La realidad es
compleja, y más difícil que entenderla
es obtener consensos.
Pero eso no es responsabilidad de la ciencia,
que hace lo que puede para mantener su
independencia, y no siempre lo consigue.
Más allá de ésto, nadie duda que ante la vista
de un observador externo e imaginario (un
ser inteligente que llegara desde algún lugar
del Cosmos) lo más rescatable de toda la
experiencia humana serían sus artes y su
ciencia.
II
Hablamos de la ciencia. Que ahora descubre
nuevas oportunidades en lugares impensados:
El trasplante de heces arroja resultados positivos.
Una noticia para celebrar: un recurso renovable
y casi sin costo, puede servir para restablecer la
salud de aquellos que lo necesiten.
Parece algo desagradable, hasta huele mal la idea
de enfocarse en ese material, pero así surgen las
verdades que suele producir la ciencia (como la
política, la ciencia no le hace asco a nada)
El trasplante de materia fecal, puede recuperar
la microbiota alterada por procesos patológicos,
con mejores resultados que los antibióticos, y
con un costo mucho menor, casi irrisorio.
No es para reírse: Estos avances también tienen
otro efecto beneficioso, ya que contribuyen a
elevar nuestra autoestima como especie:
Hasta ahora se pensaba que nuestro excremento,
a diferencia de los otros, que sirven de abono, no
sólo no servían para nada sino que contaminaban
el suelo, y eran la clara expresión de nuestra
inutilidad para todo el Orden Natural.
Ahora, gracias a la ciencia, podemos sentir
un merecido orgullo de nuestras heces, a
sabiendas que pueden mejorar aún más
nuestra calidad de vida.
Incluso, podría constituir un recurso genuino
para los carenciados, un colectivo que crece
a un ritmo sostenido, que pudiendo vender
sus heces no tendrán necesidad de hacerlo
con sus órganos.
La ciencia no descansa. Somos evolución,
somos materia autoconsciente en avanzado
estado, y vamos por más.
Pronto nos resultará algo común y familiar
la imagen de personas compostando sus
excrementos en familia, con un entusiasmo
inédito, ubérrimo y probiótico.
Ellos son también cuerpos, como quienes
los emitimos. Debemos empezar a verlos
con empatía, como si fueran prójimos:
No somos tan distintos.
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