(Ricardo Mansoler)
Una ventana a la aventura:
Abro las hojas al sonido
del viento.
Venturosos aquellos
que tienen algo que abrir,
no importa adónde mire
la ventana.
Una ventana bien mirada
es siempre una aventura
o su promesa, aunque sea una
claraboya, un tragaluz
o una ranura semiabierta que
presenta dudas como ésta.
Bienaventurados los que se abren:
se reconocen ventanas y contemplan
el tránsito de sus insectos, sin necesidad
de apropiarse.
Bienaventurados los que se cierran
para abrirse al sueño de otras ventanas.
(Un poema debe contener ventanas
que den a otros poemas)
Una ventana puede sobrevivir a muchos
ojos y apareamientos, generaciones de
ojos que se abren y se cierran, acaso
sin mirarse.
Una ventana sabe sobrevivir a persianas
y personas responsables y reemplazables
por igual.
Toda ventana es aventura:
Ésta da a un erial que siempre se renueva.
El alma de un alígero se posa, sin curiosidad
antes de retomar el vuelo:
Aves de paso, que saben lo que hacen.
O no, no lo sabemos: sabemos poco
de lo que hacemos.
Es posible que el alma del volátil
tenga su pasado, y sepa más de la vida
que cualquier mortal, asomado
a su ventana.
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