(Pascual Rambler)
Lo hice otra vez…
-¿Qué cosa?
Eso, repetir esta frase.
-¿Para qué? Falta una imagen, la frase
en sí misma no tiene ningún sentido,
si no remite a nada. Además, se usa
en tercera persona.
Sí, me resulta excitante el cambio, es
algo personal, no necesito imágenes
ni tengo una que mantener. Es mejor
así: que cada uno imagine lo que quiera.
-¿Y qué va a imaginar? Es puro sinsentido
eso. No hay nada, sólo un sujeto y un verbo.
No, es muy sugestivo, está lleno de matices:
Lo hice otra vez… Suena a triunfo, casi a
proeza por lo inesperado: una repetición
inesperada... Y es aún más desafiante en
primera persona.
-No entiendo adónde apunta ¿Qué clase de
desafío podría haber sin argumento?
Eso, el desafío de la imaginación:
la sobresaturación de imágenes del presente
conspira contra el poder de la imaginación:
Ahora sólo deseamos imágenes…
El desafío está en la repetición ociosa de la
fórmula exitosa, despojada de todo artificio,
sin un sentido parasitario: La sintaxis de la
desnudez es la más pura (Para nosotros, la
desnudez sigue siendo un desafío)
-La frase puede dar lugar a muchas cosas,
pero sin un sentido que la sostenga, no funciona.
Es como una metáfora a la que le falta uno de
sus términos.
Ahí yace el sentido: Desocultar, significar esa
parte que falta desmontando las trampas del orden
simbólico y reponiendo el vacío original.
¿Te parece poco?
-No sé si es poco o mucho, no sé si es algo...
Bueno, por si fuera poco, lo hice otra vez.
Y funciona.
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