(Amílcar Ámbanos)
La actividad especulativa
crece a un ritmo sostenido.
La actividad parasitaria
crece a un ritmo sostenido.
Hay una sincronía, pero no son
lo mismo: somos simétricos
con relación a un eje:
Cualquier eje imaginario o no, nos
permite girar como los mundos giran
en un sentido genérico, y reproducir
una escala con sus hábitos y ritmos.
No es poco lo que podemos repetir.
Es propio del animal humano
apreciar la simetría; se la busca
como una necesidad irracional, como
un pleonasmo en desarrollo, en
proporción directa a la belleza del
orgasmo.
¿Qué es lo bello de una función?
Un caracol necesita horas de goce
para alcanzar su orgasmo:
¿es más bello?
No podemos competir, sabemos
que las comparaciones son odiosas
aunque deseamos competir porque
así lo quiso Dios: somos su espejo.
Nos medimos, necesitamos competir,
aumentar nuestra competitividad y
superar toda medida. Así fue como
superamos el pasado (había que hacerlo,
era bastante ominoso)
En los concursos de belleza, compiten
los cuerpos más bellos del sexo bello.
Los rostros y cuerpos más simétricos
reflejan el ideal de belleza.
La simetría es una forma de repetición,
como el ritmo que llevamos, o nos lleva
(la voluntad no es necesaria)
Aspiramos al éxito en la reproducción
de cada ritmo incorporado, así como
aspiramos a reproducir el contenido
de nuestras más altas aspiraciones
y las otras.
El espejo cambió nuestra visión
del mundo: nos cambió.
Podemos vernos a nosotros mismos
como nos ve el otro, aunque sea otro
animal.
Son muchos los animales que son otros.
Nos estamos conociendo:
Sabemos que la actividad parasitaria
expresa a una mayoría: Una forma de vivir
que representa más del 70% de la vida del
planeta.
Pero la actividad parasitaria y la especulativa
no son lo mismo, es una simetría engañosa:
Uno puede especular solo, con todo éxito.
Apreciamos la belleza de la simetría,
pero entre nosotros, preferimos las relaciones
asimétricas: Les debemos casi todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario