(Ricardo Mansoler)
Vengo a depositarme.
Después de cumplimentar los
protocolos acordados para el
depósito normal y funcional
me inclino a efectivizar mi deposición
en estos términos.
Ahora deposito palabras,
allanándolas en líneas que descienden.
No es difícil, no hay que saber mucho.
Si algo sabemos es que todos somos
descendientes.
Sólo es cuestión de estar disponible
y dejar que todo decante por su propio
peso.
Un poema no necesita ser bello para
ser un poema (hay otras funciones que
hacen a su metabolismo).
Alcanza con que descienda con fluidez
hasta llega a destino; luego dependerá
del receptor: Hay quienes perciben
cierta belleza en cualquier metabolismo.
Algunos depositantes se esmeran en elegir
las palabras, entienden que no son todas
iguales y buscan las más aptas para ser
depositadas: Voces altamente depositables,
para que
la armonía no decline hasta el
final.
Los buenos poetas no declinan, ni deponen
sus armas hasta la última palabra.
Las palabras se encadenan solas, sin mayor
dificultad, y permanecen ajenas a la cadena
de valor.
Es cuestión de práctica, continuidad
y aplicación al ejercicio en que se depositó
la voluntad.
Es todo: Una vez completado el depósito
tiramos la cadena.
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