miércoles, 31 de mayo de 2023

La evolución secreta del monólogo

 

(Horacio Ruminal)

 

No sé si erguirme o erigirme,

estaba erecto al levantarme.

Ahora vacilo: no todo se elige.


Hay quienes eligen un interlocutor

válido; a otros les da lo mismo, no

valoran: creen que lo importante es

la emisión propia, y tal vez nadie

pudiera valorarla en su justa medida.


Hay argumentos suficientes

para satisfacer a todos.


Todos necesitamos emitir, más allá

de la necesidad del otro. La vida

es una forma de emisión; todos fuimos

emitidos por otro.


Se sabe, también, que hay personas

que hablan solas. Puede sonar ridículo

o absurdo: No necesitan respuesta, ni

interlocutor; se bastan a sí mismas.


Ésto configura una conducta patológica

para la economía del intercambio, ya

sea en el uso de la lengua, el sexo, o

la misma economía.


Todo lo que no está dirigido a un fin,

a una utilidad, expresa una conducta

patológica, sea absurdo o sólo ridículo.


Pero hay mucha necesidad de invertir

en emisión, en distinta dirección y sentido.

Nadie conoce demasiado la necesidad

del otro, y menos su deseo.


El monólogo es propio de la naturaleza

humana: Hay un monólogo interior, y

otro que practicamos para confrontar con 

el monólogo del prójimo.


Hablar solo es un recurso para entenderse

a uno mismo (hay mucho por entender)

Basta con reconocerse como interlocutor,

y validarse.


A veces yo me reconozco,

sin sentirme ridículo ni absurdo.


No me resulta extraño que otros hablen

solos, como tampoco hacerlo en ciertas

ocasiones.


Lo absurdo es hacerlo en voz alta,

porque es inútil, como un poema.




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