(Horacio Ruminal)
No sé si erguirme o erigirme,
estaba erecto al levantarme.
Ahora vacilo: no todo se elige.
Hay quienes eligen un interlocutor
válido; a otros les da lo mismo, no
valoran: creen que lo importante es
la emisión propia, y tal vez nadie
pudiera valorarla en su justa medida.
Hay argumentos suficientes
para satisfacer a todos.
Todos necesitamos emitir, más allá
de la necesidad del otro. La vida
es una forma de emisión; todos fuimos
emitidos por otro.
Se sabe, también, que hay personas
que hablan solas. Puede sonar ridículo
o absurdo: No necesitan respuesta, ni
interlocutor; se bastan a sí mismas.
Ésto configura una conducta patológica
para la economía del intercambio, ya
sea en el uso de la lengua, el sexo, o
la misma economía.
Todo lo que no está dirigido a un fin,
a una utilidad, expresa una conducta
patológica, sea absurdo o sólo ridículo.
Pero hay mucha necesidad de invertir
en emisión, en distinta dirección y sentido.
Nadie conoce demasiado la necesidad
del otro, y menos su deseo.
El monólogo es propio de la naturaleza
humana: Hay un monólogo interior, y
otro que practicamos para confrontar con
el monólogo del prójimo.
Hablar solo es un recurso para entenderse
a uno mismo (hay mucho por entender)
Basta con reconocerse como interlocutor,
y validarse.
A veces yo me reconozco,
sin sentirme ridículo ni absurdo.
No me resulta extraño que otros hablen
solos, como tampoco hacerlo en ciertas
ocasiones.
Lo absurdo es hacerlo en voz alta,
porque es inútil, como un poema.