(Nicasio Uranio)
Con su pene penoso
un tal Eufemio Troncoso
hace las delicias de doncellas
y mozas, y otras más añosas,
pero no menos avidosas.
Petiso, patizambo, desgarbado
y desdeñoso, con su pene penoso,
Don Eufemio Troncoso hace lo suyo,
no da abasto, y es la envidia de todas
las fuerzas vivas viriles, del barrio
de Troncoso y aledaños:
Casados y solteros, reincidentes y
aspirantes en edad de merecer o no,
todos se preguntan:
¿Cómo hace, ese poligriyo de Troncoso
con su pene penoso y ya famoso?
Es más que dudoso.
Los jóvenes abandonan los gimnasios,
han dejado de trabajar sus músculos
y cultivar su cuerpo; no se peinan, ni
perfuman, ni acicalan:
Se abandonan para parecerse a Troncoso.
Mi hijo adolescente, que siempre me imitaba
y quería ser como yo, ahora me mira
de soslayo y me confiesa:
Papá, yo quiero ser como Troncoso.
No supe qué decirle, nadie sabe
y todos se preguntan ¿Qué hace, qué
habrá hecho este Troncoso para merecer
esa suerte?
¿Qué hizo? ¿Qué tendrá el petiso?
Nadie sabe, no parece haber motivo.
Pero según averiguó un vecino, hay uno:
Maneja como nadie el lenguaje inclusivo,
ese cretino de Troncoso.
Así cualquiera...