(Encarnación Segura)
El hombre elonga.
El hongo no elonga
ni se asombra.
Dios observa a sus hongos
y a los hombres enlongando
y aprueba con beneplácito.
Él fue el primero que elongó,
todavía elonga (una elongación
divina es infinita para nosotros,
sujetos al tiempo de los hongos)
Él nos hizo elongables
a imagen semejanza, a diferencia
del hongo que no
elonga ni desea
aprender: no tiene sed de
conocimiento.
El hongo tiene pocas necesidades
por su condición de criatura elemental
que Dios dispuso:
Sin conocer mayor necesidad, no se fatiga
ni se excita; no tiene tensiones que aliviar,
no se contractura ni se estresa.
No necesita elongar para gozar su humilde
condición y reproducirse, que es lo único
que sabe hacer un hongo genérico, a
diferencia de nosotros.
Los hongos son muchos e incontables,
sólo conocemos algunos que sirven para
cultivar y consumir, lo que nos resulta
suficiente para el desarrollo de las actividades
normales, como elongar y comprar hongos.
La Creación Divina es perfecta, con toda
su diversidad de formas de vida coexistiendo
en armonía y sabiendo depender unas de otras.
Algunas, aún nos son desconocidas, pero
tenemos tiempo para conocerlo todo
y disponer, según la necesidad.
Y tenemos la certeza de que sólo nosotros
estamos hechos a imagen semejanza:
Es natural que tendamos a la perfección.
Todavía falta, pero la tensión crece y
se acumula: Hay que elongar, la elongación
prolonga la vida útil de nuestras aspiraciones
superiores.
Elongar el humano, aunque hay animales que
nos superan en eso, como el gato, que nos
enrostra su pasado divino con altivez.
El hongo no elonga, es ajeno como un ángel
sin desarrollar e indiferente al movimiento.
Dios contempla sus hongos y observa
el desarrollo de nuestras elongaciones:
Él nos aprueba desde lo alto
de su elongación divina, tan feliz
y eterna como siempre.
Sus tiempos siempre fueron otros:
Ante sus ojos celestiales y divinos
somos tan fungibles como sus hongos.
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