(Dudamel Rambler)
No es lo mismo embanderarse
que ser abanderado, le dije a
mi escolta; no sé si me escuchó:
estaba embadurnado.
¿Hay que unirse a algo para poder
sobresalir, embadurnarse, embadurnirse?
¿Hay una unidad más real y dudosa
que el individuo embadurnado?
Los embanderados comparten su
estandarte; los abanderados no:
costó mucho llegar a ocupar ese
lugar, hay que defenderlo.
¿Las banderas nos defienden?
¿Cuántas son, mientras agito ésta?
Tal vez no puedas llegar a abanderado,
pero podrías estandarte y ser parte y
cobijarte en una enseña, siempre hay
alguien que te enseña: no hay mucho
que aprender.
No es lo mismo embanderarse
que embadurnarse, le dije a mi
escolta embadurnado.
Pero se aprende, en ambos casos.
A la bandera le debemos todo,
no importa el tamaño ni el color:
Sin ellas, seríamos una comunidad
dudosa, indefinida, promiscua, difusa
y sin identificar.
En suma, una expresión imprecisa:
un número azaroso de voluntades
sin destino.
La bandera crea identidad, nos aglutina
y es lo único que nos une ante el enemigo
(después del enemigo, al que se procura
identificar: No es fácil, sabe cambiar de
bandera e incluso adoptar la nuestra)
Es probable que todas las banderas
estén manchadas de sangre, pero se
lavan y quedan como nuevas.
No bajemos nuestras banderas.
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