(Emeterio Askman)
Hoy cometí una buena acción.
Son cada vez más espaciadas entre
nosotros, esta clase de acciones,
sean propias o de terceros.
Es reconfortante, uno se siente mejor
persona, aunque no lo sea: Siempre
hay tiempo para mejorar.
Es aconsejable, cada tanto, participar
de una buena acción o protagonizarla
incluso, aunque pase inadvertida para
los demás, ocupados, como es natural,
en acciones más útiles o necesarias.
Es difícil estar atento a la necesidad del
otro, lo que limita la frecuencia de las
buenas acciones: Tal vez no encontremos
la ocasión.
Yo no la busqué, confieso, pero la encontré:
Ayudé a cruzar a un gallo ciego.
No me costó demasiado, y enseguida sentí
que recibía los beneficios de mi buena acción:
Había sabido generar esa empatía interespecie,
poco común para nosotros, aunque natural
entre los animales inferiores.
Como valor agregado, me produjo una especie
de ternura al recordar mi infancia, y aquel
juego que todos alguna vez jugamos.
Evoqué la imagen de ese niño, que sin saber
casi nada del mundo y con los ojos vendados,
tanteaba e intentaba reconocer algo interesante:
Casi como ahora, sólo que entonces no sabía
lo que son las buenas acciones.
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