lunes, 24 de junio de 2024

Asociación ilícita

 

(Serafín Cuesta)

 

En un momento pensé que estaban

cremando a alguien, el aire olía a

carne sometida a la acción del fuego.


Después me tranquilicé: era sólo

un asado familiar.


Más tarde lo pensé en frío

y reconocí mi error. Recordé haber

estado en un crematorio, en distintas

ocasiones, y la sensación olfativa no

era la misma:


El humo se elevaba sobre el horno

humano dando forma a diversas

imágenes, pero era otro olor.


Para despejar toda duda, volví a frecuentar

esos sitios por mi cuenta, como cualquier

deudo anónimo y pude corroborarlo:


No era lo mismo, ni era algo apetecible

lo que se percibía.


Cabe sospechar que nuestros cuerpos

no están solos al cursar ese trámite y

enfrentar la combustión final.


Es posible que la aprovechen para incinerar

otros residuos, y a la vez alterar los aromas

de la carne asándose hasta convertirse en

ceniza:


Sería algo peligroso que alguien pudiera

asociar el estímulo olfativo con la carne

que abona nuestros platos, y volviera a

despertar ese instinto caníbal, ya casi

superado.


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