sábado, 1 de junio de 2024

El arte de amasar

 

(Amílcar Ámbanos)

 

Ernesto amasa un moco propio,

con el pólice y el índice

amasa su producto con paciencia

de orfebre.


Redondea su tarea: al calor de las

yemas el cuerpo semisólido del moco

pierde humedad, va cobrando forma

y cambiando de color y consistencia:


Ahora es una bolita gris y opaca.

Ernesto la amasa con pericia, acaso

con pasión no exenta de paciencia.


No es un improvisado en el arte

de amasar. Sabe que repitiendo

el movimiento circular, las moléculas


de ese moco suyo se excitan hasta

enajenarse y caerá por su propio peso

observando la ley de gravedad.


Pero Ernesto pierde la paciencia

y desliza su mano con sigilo

por debajo de la mesa.


La mano vuelve a su lugar, sin ser

notada por ningún comensal, ya

desprovista del objeto amasado:


No hagas ésto.

No seas como Ernesto.

Los mocos van y vienen,

algunos languidecen en el anverso

de una mesa.


Si amasar es un arte, no todo

el arte se comparte:


Sólo compartimos la mesa, algunos

muebles y una que otra aspiración

dudosa.


El resto es moco de pavo; no imites

la pavada de Ernesto, no compartas

tu amasado moco con la mesa

del prójimo:


Para eso, has de tener la tuya.

No seas como Ernesto:

 

No abandones lo que amases

ni compartas ésto.

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