(Aparicio Custom)
El perdedor de tiempo
no se reconoce a simple vista.
No se diferencia mucho
de otras criaturas ambulantes
que pierden el camino.
Es difícil identificar a un perdedor
auténtico del tiempo, hasta después
de un tiempo.
Él no se reconoce en esa relación
ni se muestra perdido: Puede tener
amigos como vos, como nosotros
o cualquiera que transite este tiempo
con sus dudas temporales a cuestas.
En relación al mundo de lo real,
puede ganar y perder como cualquier
prójimo genérico.
No es consciente de todo lo que declina,
y lo que resigna al no saber aprovechar
su tiempo.
En tiempos de crisis como éstos, nadie
sensato y responsable perdería el tiempo.
Sabe que hay un castigo a esa práctica:
Toda pérdida tiene un costo.
Pero él no se reconoce:
Su indiferencia puede confundirnos
y hacernos perder el tiempo.
El perdedor de tiempo, nativo, o por opción
no toma ningún recaudo: Emprende la
pérdida continua sin asimilar las enseñanzas
del fracaso.
No se anoticia de su fracaso en tiempo y forma.
No se reconoce en esta relación, y nunca llega
a ser consciente de lo que perdió.
Ni siquiera sabe que ahora, mientras pierde
su tiempo vacilando, dilapidando sus recursos
biológicos y cognitivos y desaprovechando
oportunidades, tiene los días contados.
Si fuera consciente de que el tiempo perdido
no se recupera, al menos podría arrepentirse.
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